Lo atractivo de este hotel es la experiencia de un alojamiento típicamente japonés. El personal es una delicia (aunque según quién te encuentres tiene algún problema con el inglés). Nosotros teníamos Wifi en la segunda planta sin problemas, aunque supuestamente no llega bien. La habitación, enorme, con todos los "lujos" de un ryokan. Además, con baños públicos japoneses (que los pudimos disfrutar sin otra gente allí). Sin problemas para dejar las maletas allí el día de llegada/salida.
No hay nada para bloquear la luz de las ventanas por la mañana.